¿Alguna vez te has preguntado por qué reaccionas de cierta manera ante el estrés, los conflictos o incluso la alegría? ¿A veces te sientes inseguro, te cuesta poner límites o buscar la aprobación de los demás?
Muchas de las inseguridades, miedos y patrones que nos definen como adultos tienen sus raíces en la infancia. A menudo, sin darnos cuenta, cargamos con el peso de heridas emocionales que no se abordaron en su momento.
¿Qué son las heridas del niño interior?
Imagina al niño que fuiste: lleno de sueños, sensibilidad y vulnerabilidad. Durante esa etapa, si experimentaste abandono, rechazo, injusticia o humillación (aunque fuera involuntario), esa parte de ti pudo haber sido herida. Aunque crecemos y maduramos, esa versión de nosotros permanece viva en nuestro subconsciente, influyendo en nuestras relaciones, nuestra autoestima y la forma en que nos percibimos a nosotros mismos.
¿Por qué es crucial sanar estas heridas?
No se trata de culpar al pasado, sino de comprenderlo para liberarnos. Sanar a tu niño interior te permite:
- Romper patrones negativos: Deja de repetir relaciones tóxicas o sabotear tu propio éxito.
- Fortalece tu autoestima: Aprende a valorarte y a reconocer tu propio valor.
- Vive con más paz y autenticidad: Conéctate con tus verdaderos deseos y deja de actuar en base a viejos miedos.